CUARTA ENTREGA: BIENVENIDA A LA GESTIÓN
En plena implantación de un proyecto se observan dificultades de todo tipo: personales, técnicas, económicas, administrativas… Podríamos llegar a plantearnos si continuar o no, pero no debemos olvidar que «hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad» (Albert Einstein).
El 11 de diciembre de 2019 el auditorio del Medasur veía casi colmada su capacidad. Sentada en el escenario en el semicírculo que formábamos con el resto de los ministros y secretarios en el acto de entrega de los decretos de nombramiento a los nuevos funcionarios, pensaba en mi mamá y en mi hermana, ambas fallecidas. Mi hermana en 2009 y mi mamá hacía pocos meses. Me parecía verlas entre el público, hablándose al oído, seguro con comentarios risueños sobre mi o sobre cualquier detalle de la puesta en escena. La voz de Matías Toso, que había jurado el día anterior como Secretario de Energía, me trajo al presente. “Yo sé por me sentaron acá. Porque con turismo tenemos mucho para hacer: podemos empezar con las salinas”. De verdad fue el comienzo de una cooperación entre áreas que dio enormes frutos, porque junto a los municipios de referencia y las empresas hicimos posible el ingreso a las salinas y a las áreas petroleras, con guías especializados y con acuerdo de las empresas concesionarias. Hasta entonces, los visitantes ingresaban en ocasiones sorteando los alambrados o con permisos especiales de las empresas.
Con otras áreas, por el contrario, el comienzo fue áspero y así continuó a lo largo de la gestión. Y con algunas no hubo relación alguna ni posibilidad de encarar una mejora por importante que fuera. Alguien me había advertido: “Vas a tener que cuidarte más de tus compañeros de gabinete que de cualquiera”. Ver para creer.
“Escuchame Adriana, ya está todo listo para que me pases una empleada, ya está hablado con el Gobernador y además la chica no se quiere quedar en turismo”. Así sonaba en mi móvil el día posterior a la ceremonia, la voz de Tony Curciarello, flamante titular de la cartera creada especialmente (Ministerio de Conectividad y Modernización). Todavía tenía que mirar el listado para reconocer quién era quién. Alcancé a responder que lo veríamos en la semana, que no conocía a la empleada todavía, pero no debí haberme gastado en detalles: ya estaba todo cocinado. No era nada grave, pero las formas eran así, de atropello en el arranque. Luego con el andar de los cuatro años, padecimos en turismo la ineficiencia del área que contrastaba con su nombre. Meses y meses para que nos autorizaran la página web, luego, que la hicieran según los criterios mandatorios. A veces tenía que llamar al ministro para que destrabara algo; de movida él lo negaba, me decía “no puede ser” y teníamos que organizar una reunión donde se constataba que habíamos hecho todo lo que nos habían pedido y el trámite se había estancado en la poca capacidad de respuesta y en la falta de conectividad y modernización.
Una característica era que se tomaban decisiones sobre cuestiones relacionadas directa o indirectamente con turismo y me las comunicaban, simplemente. Nada de llamarme o reunirnos para una puesta en común. “Vamos a colocar una web cam en el Parque Luro para que la gente pueda ver a los ciervos” me dijo, también al comienzo de la gestión. Respondí: “en el Parque no hay conectividad”. La resolvieron para ese tema, pero seguimos con problemas de comunicación en casi todas las áreas de la Reserva, como cuando se voló el techo (finales de 2020) del Castillo, y tuve que ir hasta el Tanque del Millón a buscar señal para hablar por teléfono y pedir ayuda.
Declarada la pandemia empezamos a trabajar con el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación para el armado de protocolos, en largas sesiones de zoom. Pero un día aparecieron protocolos hechos por la provincia de los cuales nos enterábamos cuando ya no podíamos opinar de nada. Consultaba con otras áreas para saber si era algo personal conmigo o con turismo, y la respuesta era: “No te persigas, no dan intervención a nadie, lo hacen con Salud y con Trabajo”.
Otra de las bienvenidas que me prodigaron provino de la Secretaria de Cultura, que quería también, que le firmara la adscripción a una empleada de turismo que quería irse a su cartera. “No puedo”, le dije, “la necesito en la Mesa de Informes”. La empleada empezó a hacer escenas de pánico y se encerraba en el baño, aunque le habíamos explicado que pasada la brama íbamos a considerar su situación. La Secretaria de Cultura insistía: “Nosotros somos justicialistas, no maltratamos a los trabajadores”, me esclareció. Recibí un llamado de Liliana Robledo, Secretaria de la Mujer, Géneros y Diversidad: “Adriana, esta empleada que se quiere ir, dice que la están maltratando”. “No es verdad” le respondí, “Está mintiendo”. Y advertí a la gente de Mesa de Informes: “Al menor incidente, por favor me llaman y llaman a Emergencias Médicas”. Después de la brama firmé su pase; no quería retener a nadie que no estuviera en la Secretaría por propia voluntad.
Para conocer a las nuevas autoridades nacionales, debía presentarme en el Ministerio de Turismo y Deportes. A la sazón, una abogada, ex subdirectora de la Casa de Catamarca, Yanina Martínez, fue a quien debí pedir entrevista, aunque el Ministro era Matías Lammens. Iba pensando en aquellos proyectos que nos excedían por su envergadura y le mencioné la clínica de Favaloro en Jacinto Aráuz, donde queríamos hacer un centro de interpretación de la vida del médico rural y de la medicina social, ya que por una ley provincial así debía ser y la figura de Favaloro es un atractivo a poner en valor. Al no haberse concretado lo dispuesto en la ley, se habían llevado muchos bienes de la antigua clínica y otros, donados por sus parientes, a la vieja estación de tren, donde había un museo al que le faltaban los elementos propios de la interpretación del patrimonio, línea de tiempo, iluminación, ambientación frío-calor, en fin, lo necesario para provocar la motivación de una visita. Todavía no habíamos tenido la primera reunión de Consejo Federal, que sería en San Juan para la Fiesta Nacional del Sol. Pregunté qué programas tenían previsto activar para cooperar con proyectos que trascendieran los límites de una provincia y tuvieran proyección nacional, como Favaloro. Siempre sonriente, me dijo que era imposible, que la Nación no iba a hacerlo, que a lo sumo podían involucrarse con algún aspecto del centro de interpretación.
Volví a ver a Yanina Martínez en Fitur, la Feria de Turismo de Madrid y una de las más importantes del mundo, donde me acompañó en la presentación de los vinos pampeanos. El Inprotur a cargo de Ricardo Sosa accedió sin rodeos a darnos un lugar y estuvo presente en la degustación y charla sobre La Pampa. La nota de color es que, acostumbrada a mis fitures anteriores donde iba por mi cuenta, me arreglé llevando yo misma seis botellas en la valija y las cargué en el bus desde Barajas al alojamiento en la Gran Vía, en el Centro Cultural de los Ejércitos, donde siempre me hospedaba pagando una tarifa muy conveniente gracias a la intermediación de mi esposo. Fue la primera vez que los vinos pampeanos estuvieron en una vidriera internacional de turismo. Ninguna de las bodegas en producción había abierto aún al turismo, pero ya habíamos hecho planes y los productores estaban entusiasmados con turismo del vino, una novedad y una promesa para una provincia con atractivos y recursos que requerían inversión e interpretación, ya que por sí solos no despertaban interés. Por otro lado, la provincia no había emprendido nunca una campaña de promoción a escala mayor, fuera de sus límites.
Antes de partir, recibí un mensaje por whatsapp, de un periodista de La Pampa, quien me preguntaba si era momento de gastar recursos públicos en ir a una Feria en el exterior. Respondí que ponía a disposición el comprobante del pago del pasaje, que había solventado de mi propio pecunio (como decía un Senador para el que trabajé) y que consideraba un servicio a mi provincia que me había distinguido con una gran responsabilidad.
Al regresar del primer Fitur, en enero del 2020, me reuní con la Cámara de Turismo (CATULPA), con la Asociación Hotelero-Gastronómica (AEHG, que se presentaba como la Fehgra local, dado que son su filial) y con quien representaba al Turismo Rural en la Cámara de Comercio (CACIP). Les pedí que no dudaran en compartir propuestas e inquietudes y que esperaba que a las ferias venideras, tanto del país como del exterior, pudiéramos ir en equipo, público y privado. El sector no estaba integrado y aún no lo está: antiguas rencillas habían provocado que varios gastronómicos dejaran la AEHG y se fueran a la CACIP; el turismo rural también se había sumado a la CACIP, abandonando la Catulpa y así sucedía que en las reuniones de CAME nacional, el turismo pampeano estuviera representado o tuviera voz a través de un empresario del turismo rural. Las agencias de viajes dependían en cuanto a su representación empresarial, de la seccional Bahía Blanca de la FAEVYT, de manera que no teníamos interlocutor en tal sentido y teníamos que consultar a varios, porque a veces no querían reunirse entre sí. Había quien se presentaba como representante en La Pampa de CAME Mujeres o Rotary Internacional. Más de una vez, dirigentes nacionales me decían “No, pero no tienen entidad, ya le dije a fulanita, que manden la constancia de IGJ, pero no hay caso”.
“Tu Cámara de Turismo está flojita de papeles, en las reuniones los dejamos hablar, pero no tienen peso, porque no se ponen en regla ni se suman a nivel nacional pagando una cuota”, me dijo un miembro de la Cámara de Turismo de Chubut, cuando escuchó mi reclamo para que el sector privado participara del Ente Patagonia como indicaba el estatuto. Un miembro de la Catulpa, vino a mi despacho a pedir un subsidio para ponerse al día con la personería jurídica. “No damos subsidios, no tengo presupuesto asignado para ese propósito”, fue mi respuesta. Fueron las primeras impresiones e intercambios con el genérico que llamamos sector privado, pero que tiene tantos matices. El representante de Catulpa -quien rápido de reflejos, previo a mi asunción al cargo, me hizo dar una medallita de la Orden del Camino de Santiago en la FIT 2018- acusaba a una ex socia de haberle robado la idea de conformar un Bureau de Reuniones y haberlo llevado a la CACIP, o sea a la Cámara de Comercio provincial. En general al personaje no lo tomaban en serio y su sola mención provocaba comentarios socarrones, como que se pasaban la posta con los cargos y siempre eran los mismos, más otros de tono discriminatorio. Traté de conservar la objetividad y fortalecer la participación institucional: cuando cuadraba, los invitábamos a algunas de las actividades que organizábamos, en las que ellos ponían su logo; también impulsé que firmaran un convenio con la Cámara de Turismo de Carlos Paz, donde mi cercanía a Elizabeth Bocca y la generosidad tanto de ella como de su Comisión Directiva allanaron el camino para producir un intercambio. Los cordobeses nos invitaron a hacer una presentación de La Pampa y allí fuimos, aunque con un integrante de la Asociación de Hoteles, ya que no logramos que la Cámara de La Pampa diera el presente y menos aún, que luego propusiera una acción de reciprocidad.
Elizabeth Bocca no solo vino a firmar el convenio, sino que disertó para los guías de turismo y los prestadores, a quienes explicó cómo trabajaban con ellos desde la Cámara en Carlos Paz y apoyó la iniciativa del Curso de Guía de Sitio de Turismo Cultural, que brindaba la posibilidad de capacitación y posterior habilitación de guías locales en los destinos alejados de Santa Rosa, donde había gente conocedora y defensora de su lugar como nadie, que además necesitaban trabajar y podían volcar su vocación en una actividad con ingresos genuinos.
Las cámaras de las provincias emprenden acciones promocionales conjuntas donde no todo lo pone el Estado: las empresas ofrecen distintos servicios (noches de hotel, traslados, gastronomía). Nuestro caso estaba en las antípodas. Cuando organizamos un fam-tour a Quemú Quemú, pusimos todo: combi, comidas, guías. Lo mismo cuando el Frigorífico Pico organizó y brindó la degustación de carne para quienes querían formar parte de la Ruta de la Carne: el presidente de la Cámara nos dijo “yo no manejo en ruta, no puedo llevar a nadie; necesito que me lleven”. O cuando venían periodistas: ni pensar en pedir que la Cámara ayudara en algo. Gestionábamos directamente con cada prestador, como el caso de La Campiña, establecimiento siempre con predispsición a colaborar. A los guías, les pagábamos cada vez que los convocamos: fue fundacional. Organizamos dos visitas guiadas en pandemia, una para homenajear a Santa Rosa como una valiosa muestra de la arquitectura contemporánea y otra para celebrar el Día de la Mujer, recorriendo, promoviendo sitios representativos y rescatando personalidades olvidadas; fueron convocados estudiantes de la UNLPam, flamantes guías, que además habríamos de convocar como pasantes rentados por primera vez en el organismo. Desde mi lugar, no olvidé a mis colegas guías y traté de hacer respetar sus derechos; mi orden fue “a los guías se les paga por su trabajo”.
Finalmente, la Catulpa regularizó su situación ante la inspección de personas jurídicas de la provincia, eligiendo autoridades con Hugo Fernández Zamponi en la presidencia. Apoyé el fortalecimiento de la Cámara por considerarla necesaria como institución: me encargué personalmente de entusiasmar a que se asociaran guías, chefs, prestadores y hasta el Frigorífico Pico, confiando en que habría una renovación; se sumaron nuevos integrantes, aunque los cargos siguen en cabeza de dos consuetudinarios fundadores de la cámara que se van turnando.
En cuanto al ámbito nacional, los comienzos del año 2020, las primeras reuniones con el Ministerio de Turismo y Deportes dejaron entrever la posibilidad de concretar el mayor logro en términos materiales de la gestión 2019-2023 del turismo pampeano. Según mi opinión, las seis nuevas cabañas de la Reserva Parque Luro. Sucedió en febrero de 2020, con el calor sanjuanino en su esplendor y el Hotel Del Bono Park recibiendo a los ministros de turismo de todo el país a la primera reunión del Consejo Federal de Turismo. El programa incluía participar de la Fiesta Nacional del Sol y una asamblea en la Legislatura provincial. En aquella asamblea, el Ministro Matías Lammens anunció el fin que se daría a la cuota que turismo iba a percibir del Impuesto País: se lanzaba el Programa 50 Destinos para financiar equipamiento e infraestructura turística. Volví a Santa Rosa exultante por ese anuncio. Teníamos que enviar una intención de proyecto y elegimos la construcción de cabañas en la Reserva Parque Luro, un equipamiento que hacía mucha falta y que sabíamos que no iba a haber iniciativa privada o pública en un destino emergente que todavía tiene que convencer que es redituable invertir en servicios turísticos en el marco de una decisión política. Lo compartimos con el equipo, buscando y encontrando coincidencias sobre la necesidad de ampliar la capacidad de alojamiento dentro de la Reserva, lo que daría un fundado argumento para mejorar la ecuación de rentabilidad del concesionario. Podríamos ofrecer como un diferencial el alojarse dentro de un área natural protegida donde el avistaje de fauna está asegurado, así como una fascinante y colorida historia del lugar. Las cabañas serían ecológicas y con el menor impacto visual. El aporte de Nación se logró en 2020 y las cabañas se terminaron de construir a finales de mi gestión, junto con la reconstrucción del Quincho a nuevo, en 2023. Dos cabañas quedaron totalmente equipadas, listas para concesionarlas. Las restantes cuatro, provistas de cortinas black out, heladeras, y aires acondicionado frío-calor, requerían la adquisición de sommiers, mesas y sillas. A noviembre de 2024 no han sido inauguradas por la administración de un gobierno provincial que soslaya el impacto económico del turismo, pero que pregona la necesidad de crear trabajo, toda una paradoja.
Carruajes
"No podemos tener a una empleada del Parque viviendo en esas condiciones", fue mi frase para pedir que refaccionaran una de las casas de la Reserva. La vi en mi primera visita, apenas asumí. La situación era inadmisible y la urgencia del caso mereció la intervención rápida del Ministerio de Obras Públicas, que la dejó impecable.
Encontré una Reserva Parque Luro funcionando por inercia, con el personal cumpliendo tareas básicas. Al hacer el plan de gestión en 2019, lógicamente quienes nos mostraban los lugares, tuvieron cuidado en presentar sólo lo acondicionado para ser exhibido. Lo primero a recuperar luego de asumir fueron los baños: tenían nidos de golondrinas, aberturas desvencijadas, inodoros sin tabla, pérdidas de agua, no había jabón ni toallas. Hubo que refaccionar toda una batería de baños cercanos al Castillo o cambiar puertas y hasta contratar a una empresa de limpieza, ya que ninguno de los empleados tenía la tarea asignada, no ya de limpiar, sino simplemente de controlar. El concesionario a cargo de las cabañas, el restaurante, el camping y la proveeduría tenía un empleado que preparaba alguna comida a pedido, eso era todo. No se ofrecía nada más y le proveeduría estaba cerrada. Las consultas para alojarse o para tomar una excusión de brama se tomaban por whatsap y se respondían a la noche. El Castillo y la colección de carruajes, patrimonio cultural de competencia de la Secretaría de Cultura, estaban -y están- muy deteriorados. No han sido restaurados desde los años ’90 y no cuentan con un programa de limpieza, mantenimiento y conservación acorde con su condición de bien monumento histórico y bien patrimonial cultural. La Casa de Huéspedes, supuestamente destinada a albergar invitados de prensa, fotógrafos, referentes que luego promuevan y difundan el sitio, estaba inhabitable; lograríamos recuperarla, con albañilería y reparaciones realizadas por personal de la Reserva. Fue ocupada por el nuevo Director, pese a que hay una Casa del Director debidamente acondicionada y mantenida. También dejamos bicicletas todo terreno, adquiridas en nuestra gestión, prestadas al Municipio de Winifreda que las devolvió para reintegrarlas al patrimonio de la Secretaría de Turismo.
El concepto de patrimonio cultural es subjetivo y dinámico, no depende de los objetos o bienes sino de los valores que la sociedad en general les atribuyen en cada momento de la historia y que determinan qué bienes son los que hay que proteger y conservar para la posteridad. Patrimonio Cultural y Paisaje Urbano, Madrid.
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